Con más conexión a Internet aumentan los riesgos de fraudes electrónicos y es que los delitos informáticos crecieron acompañando la expansión de Internet, tuvieron un incremento muy grande durante la pandemia y sólo va a seguir aumentando.
Hasta ahora, se ha identificado nueve tipos de estafas digitales:
- Fraude.
- Fraude relacionado con compraventas.
- Fraude bancario.
- Phishing.
- Acceso ilegítimo.
- Usurpación de identidad.
- Ransomware.
- Acoso.
- Difamaciones.
No hay edad para ser estafado:
Los adultos mayores están más expuestos a fraudes telefónicos que a los vinculados a redes sociales, por ejemplo.
La franja de entre 20 y 60 años está más expuesta a caer en fraudes de comercio electrónico, bancaria, inversiones, ofertas de trabajo.
Los más chicos, con todo lo que tiene que ver con juegos.
Yo, por ejemplo, quedé expuesto por tener una tarjeta de crédito vinculada a Google Drive para comprar espacio mensualmente, y lo mismo pasó con mi tarjeta de débito vinculada a Netflix para el pago mensual.
Los ejemplos de estafas digitales son muchos y se actualizan. Vendiendo un producto, pasando un código por teléfono, pagando con una tarjeta, teniendo una cuenta de Instagram con muchos seguidores, reclamando por un servicio: cada una de las posibilidades de un fraude electrónico.
Se recomienda las siguientes precauciones para mitigar los riesgos:
- Verificación en dos pasos y alertas de inicio de sesión. Habilitarlas en todas las redes sociales, whatsapp y correo electrónico, para dificultar que personas extrañas puedan ingresar a la cuenta.
- No brindar nunca datos personales ni aceptar códigos que mandan por mensaje de texto o por correo electrónico.
- Controlar detalladamente los consumos bancarios, con tarjeta de débito y crédito.
- Tener contraseñas distintas para el acceso a dispositivos y herramientas. Escribirlas preferentemente en teclado electrónico.
- Revisar la identidad de la persona que pide dinero por Internet, aunque sea familiar o conocido.
Finalmente recordemos que los engaños son digitales y las víctimas somos reales. Somos millones los usuarios que tenemos acceso a internet en todo el mundo y cada uno es un objetivo potencial de la ciberdelincuencia.